Me tomo la vida como un carnaval. Se supone que los payasos tienen que estar contentos, pero son aterradores. Se supone que los carnavales tienen que ser divertidos, pero realmente son un poco espeluznantes. Pero, vamos y compramos algodón dulce y forzamos nuestra risa y damos vueltas y nos vestimos y lo hacemos. Y eso es como la vida para mí, y el amor. El amor se supone que tiene que ser divertido, pero a veces puede ser muy espantoso. Y los espejos de la casa de la risa que te hacen parecer algo deforme a tal punto que ni te reconoces y te preguntas, ‘¿Como he llegado hasta aquí? ¿Cómo salgo de aquí?’ Pero, piensas que lo harías otra vez.
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